LA JUSTICIA EXACTA.
Pancho había conocido a su
amigo Zero-Zero en un chat interplanetario, y en cuanto pudo, compró un billete
espacial para ir a visitarlo. Pero mientras Zero-Zero le mostraba las maravillas
de su planeta Pancho tropezó, y fue a dar un tremendo cabezazo contra una
esfera que había junto al camino. Con el golpe, la esfera se abrió, y de ella
surgió un pequeño hombrecillo. Tenía un enorme chichón el cabeza, y un enfado
aún más grande.
Zero-Zero se puso muy
nervioso, tanto que apenas podía hablar. Y antes de que Pancho pudiera pedir
disculpas, aparecieron dos enormes robots con uniforme. Sacaron unos pequeños
aparatos y rastrearon toda la zona. Al terminar, del aparato surgió una pequeña
tarjeta metálica que uno de los robots entregó al accidentado. Y sin decir nada
más, agarraron a Pancho y al hombrecillo y se los llevaron de allí a toda
velocidad.
Cuando Pancho quiso darse
cuenta, estaba encerrado en una gran esfera con el hombrecillo y otro robot de
aspecto muy serio vestido con una toga negra. Antes de saber lo que pasaba,
escuchó al robot decir: “adelante”. Y sin más, el hombre le dio un buen golpe
en la cabeza. Tras el golpe, el robot sacó uno de esos aparatos, revisó la
dolorida cabeza de Pancho, y terminó entregándole una tarjetita metálica.
- Demasiado fuerte. Es su
turno. No se exceda de lo marcado en la tarjeta.
Pancho no entendía nada.
Miró a su alrededor. A través de las paredes pudo ver numerosas esferas, cada
una con su robot y su toga, y gente dentro dándose golpes y empujones, todos
con sus tarjetitas metálicas. El hombrecillo, enfrente de él, le miraba con
miedo, y el robot seguía expectante a su lado.
- Puede golpear. Recuerde,
no más de lo que marca la tarjeta- insistió el robot.
Pancho no se decidía. El
robot de la toga le explicó impaciente:
- Este es un proceso de
justicia exacta. No debe preocuparse de nada. Ambos recibirán exactamente el
mismo daño. Si uno se excede, se le entregará una tarjeta con el valor exacto
para que todo quede nivelado.
¿Justicia exacta? Aquello
sonaba muy bien. Nadie podía salir más perjudicado que el otro y todos recibían
lo mismo que habían provocado. Pancho estaba sorprendido de lo avanzados que
estaban en aquel planeta. Tenía tantas ganas de comentarlo con Zero-Zero, que
corrió hacia la puerta.
- No puede irse- dijo el
robot impidiéndole el paso. - Debe completar el proceso, debe acabar los puntos
de su tarjeta.
Pancho quedó pensativo. No
le apetecía golpear otra vez a aquel pobre hombre, aunque la verdad es que él
se la había devuelto bien fuerte...
- Está bien. Le perdono-
dijo finalmente.
- No- volvió a decir el
robot- debe terminar los puntos de la tarjeta. Esto es un proceso de justicia
exacta.
¡Qué pesado! ¿Cómo no iba a
ser posible perdonar a alguien? Pancho empezó a sentirse molesto con aquel
robot tan estirado, así que tomó su tarjeta, la partió por la mitad, y dijo.
- ¡Mira! Ya no quedan
puntos.
El robot pareció
descomponerse. Empezó a emitir pitidos, se le encendieron mil luces y perdió el
control de sus movimientos. Y cuando parecía que iba a explotar, todo volvió a
la normalidad y dijo tranquilamente:
- Es correcto. Ahora pueden
irse. Gracias por utilizar el sistema de justicia exacta.
La puerta se abrió, pero
antes de poder saludar al asustado Zero-Zero, Pancho tuvo que quitarse de
encima al hombrecillo, que no hacía otra cosa que abrazarlo y darle las gracias
como si le hubiera salvado la vida.
Al salir de la esfera,
Pancho empezó a comprender. Aquí y allá podían verse usuarios del sistema de
justicia exacta retirados en camillas, o extremadamente agotados y cansados.
Zero-Zero le explicó mientras volvían que el único problema de la justicia
exacta era que resultaba casi imposible devolver el daño exacto, y los juicios
e intercambios de golpes llegaban a durar días y días. Tal miedo tenía todos de
tener algún juicio, que muchos vivían aislados en pequeñas esferas de cristal,
como el hombrecillo de su accidente.
Pancho se fue a los pocos
días, pero su nombre no se olvidó nunca en aquel planeta. Nadie antes había
perdonado nada, y gracias a él habían descubierto que el perdón es una parte
necesaria de la justicia.
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LOS DÍAS DE LA SEMANA
Una vez los días de la
semana quisieron divertirse y celebrar un banquete todos juntos. Sólo que los
días estaban tan ocupados, que en todo el año no disponían de un momento de
libertad; hubieron de buscarse una ocasión especial, en que les quedara una jornada
entera disponible, y vieron que esto ocurría cada cuatro años: el día
intercalar de los años bisiestos, que lo pusieron en febrero para que el tiempo
no se desordenara.
Así, pues, decidieron
reunirse en una comilona el día 29 de febrero; y siendo febrero el mes del
carnaval, convinieron en que cada uno se disfrazaría, comería hasta hartarse,
bebería bien, pronunciaría un discurso y, en buena paz y compañía, diría a los
demás cosas agradables y desagradables. Los gigantes de la Antigüedad en sus
banquetes solían tirarse mutuamente los huesos mondos a la cabeza, pero los
días de la semana llevaban el propósito de dispararse juegos de palabras y
chistes maliciosos, como es propio de las inocentes bromas de carnaval.
Llegó el día, y todos se
reunieron.
Domingo, el presidente de la
semana, se presentó con abrigo de seda negro. Las personas piadosas podían
pensar que lo hacía para ir a la iglesia, pero los mundanos vieron en seguida
que iba de dominó, dispuesto a concurrir a la alegre fiesta, y que el encendido
clavel que llevaba en el ojal era la linternita roja del teatro, con el
letrero: «Vendidas todas las localidades. ¡Que se diviertan!».
Lunes, joven emparentado con
el Domingo y muy aficionado a los placeres, llegó el segundo. Decía que siempre
salía del taller cuando pasaban los soldados.
-Necesito salir a oír la
música de Offenbach. No es que me afecte la cabeza ni el corazón; más bien me
cosquillea en las piernas, y tengo que bailar, irme de parranda, acostarme con
un ojo a la funerala; sólo así puedo volver al trabajo al día siguiente. Soy lo
nuevo de la semana.
Martes, el día de Marte, o
sea, el de la fuerza.
-¡Sí, lo soy! -dijo-. Pongo
manos a la obra, ato las alas de Mercurio a las botas del mercader, en las
fábricas inspecciono si han engrasado las ruedas y si éstas giran; atiendo a
que el sastre esté sentado sobre su mesa y que el empedrador cuide de sus
adoquines. ¡Cada cual a su trabajo! No pierdo nada de vista, por eso he venido
en uniforme de policía.
-Si no les parece adecuado,
búsquenme un atuendo mejor.
-¡Ahora voy yo! -dijo
Miércoles-. Estoy en el centro de la semana. Soy oficial de la tienda, como una
flor entre el resto de honrados días laborables. Cuando dan orden de marcha,
llevo tres días delante y otros tres detrás, como una guardia de honor. Tengo
motivos para creer que soy el día de la semana más distinguido.
Jueves se presentó vestido
de calderero, con el martillo y el caldero de cobre; era el atributo de su
nobleza.
-Soy de ilustre cuna -dijo-,
¡gentil, divino! En los países del Norte me han dado un nombre derivado de
Donar, y en los del Sur, de Júpiter. Ambos entendieron en el arte de disparar
rayos y truenos, y esto ha quedado en la familia.
Y demostró su alta alcurnia
golpeando en el caldero de cobre.
Viernes venia disfrazado de
señorita, y se llamaba Freia o Venus, según el lenguaje de los países que
frecuentaba. Por lo demás, afirmó que era de carácter pacífico y dulce, aunque
aquel día se sentía alegre y desenvuelto; era el día bisiesto, el cual da
libertad a la mujer, pues, según una antigua costumbre, ella es la que se
declara, sin necesidad de que el hombre le haga la corte.
Sábado vino de ama de casa,
con escoba, como símbolo de la limpieza. Su plato característico era la sopa de
cerveza, mas no reclamó que en ocasión tan solemne la sirviesen a todos los
comensales; sólo la pidió para ella, y se la trajeron.
Y todos los días de la
semana se sentaron.
Los siete quedan dibujados,
utilizables para cuadros vivientes en círculos familiares, donde pueden ser
presentados de la manera más divertida. Aquí los damos en febrero sólo en
broma, el único mes que tiene un día de propina.
Hans Christian Andersen
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UN CUENTO DE NAVIDAD.
En una casa, más o menos
humilde, vivía una familia compuesta por el matrimonio y su pequeña hija de
apenas 4 añitos. Al acercarse la Navidad, el padre había comprado un rollo de
cinco metros de papel metalizado para poder envolver los regalos antes de
ponerlos en el modesto arbolito, montado desde principios de Diciembre a la
entrada de la casa.
La víspera de Nochebuena, el
hombre se dispuso a empaquetar los regalos, más simbólicos que valiosos. Qué
desagradable sorpresa fue encontrar, en el estante del ropero, el tubo de
cartón donde venía enrollado el papel metalizado, desnudo de los cinco metros
del costosísimo papel.
El dinero era bastante
escaso en la familia, y, posiblemente por eso, el hombre explotó de furia y
mandó a llamar a su familia para ver quién se había atrevido a usar el papel.
Y... la pequeña apareció con la cabeza gacha para decirle a su padre que ella
lo había usado porque lo necesitaba.
- “¿No te das cuenta que ese
papel es muy caro y que tu papá tuvo que trabajar varios días para poder comprarlo?
¿Podrías decirme para qué tontería lo usaste?”
La niña salió corriendo y
regresó con un paquete del tamaño de una caja de zapatos, envuelta con varias
capas del papel en cuestión, ahora arrugado e inutilizable.
- “¿Cómo se te ocurre
envolver esa caja con cinco metros de papel?”
- “Es un regalo de Navidad,
papaíto, para el arbolito.”
- “¿Y se puede saber para
quién es este regalo tan valioso, como para usar todo el rollo de papel para
envolverlo?”
- “¿Y, para quién va a ser?
Para ti, papá…”
El hombre se estremeció... y
abrazándola le pidió disculpas por los gritos. Con el regalo entre las manos,
quiso saber qué era aquello tan preciado, pero, al abrirlo, volvió a explotar
en cólera.
- “Cuando das un regalo a
alguien se supone que debe haber algo adentro… ¿usaste todo ese papel para
envolver una caja vacía?”
A la pequeña se le llenaron
los ojos de lágrimas y dijo:
- “Es que la caja no está
vacía, papá… yo metí dentro 58 besos, uno detrás de otro, todos seguidos y
todos para ti... no fui capaz de poner más.”
El padre, con la mirada
nublada por sus lágrimas, alzó a su hija y le suplicó que perdonara su ceguera
y su ignorancia. El hombre guardó para siempre la caja debajo de su cama, y,
cuando se sentía derrumbado, abría la caja… y tomaba de ella un beso de su hija.
Esto le ayudaba a recuperar la conciencia de lo que era importante... y de lo
que eran tonterías...
Encontrado en la red.
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UN CUENTO DE AUTENTICIDAD. EL REY Y LA SEMILLA
Encontré este cuento que nos
puede ayudar a reflexionar sobre nuestras actitudes para llegar a tener éxito:
«Hubo una vez un emperador que
convocó a todos los solteros del reino, pues era tiempo de buscar pareja a su
hija.
Todos los jóvenes
asistieron, y el rey les dijo: “Os voy a dar una semilla diferente a cada uno
de vosotros. Al cabo de seis meses deberéis traerme en una maceta la planta que
haya crecido, y la más bella ganará la mano de mi hija, y por ende el reino”.
Así se hizo. Había un joven
que plantó su semilla, y en vano esperó a que la planta brotara. Mientras
tanto, todos los demás jóvenes del reino no paraban de hablar y mostrar las
hermosas plantas y flores que habían sembrado en sus macetas. Cuando pasaron
los seis meses, todos los jóvenes desfilaron hacia el castillo con hermosísimas
y exóticas plantas.
El joven estaba muy triste,
pues su semilla nunca germinó; ni siquiera quería ir al palacio, pero su madre
insistía en que debía ir. Con la cabeza baja, y muy avergonzado, desfiló el
último con su maceta vacía.
Todos los jóvenes hablaban
de sus plantas, y al ver a nuestro amigo, se rieron y se burlaron de él. En ese
momento, el alboroto fue interrumpido por la entrada del rey. Todos hicieron
una reverencia mientras el rey se paseaba entre las macetas, admirando las
plantas.
Finalizada la inspección,
hizo llamar a su hija. Convocó, de entre todos, al joven que llevó su maceta
vacía. Los pretendientes se quedaron atónitos.
El rey dijo entonces: “Este
es el nuevo heredero del trono, y se casará con mi hija. Os di una semilla
infértil, y habéis tratado de engañarme plantando otras plantas. Este joven
tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo sincero,
realista y valiente, cualidades que un futuro rey debe tener”».
Reflexión:
Pregúntate qué hubieras
hecho. Cuál hubiera sido tu comportamiento cuando, pasados unos días, en tu
maceta no hubiera crecido la semilla. Analízalo pensando que la prueba era sólo
para ti. Sin contendientes. Y que la meta y los logros dependiesen de que tu
semilla germinara.
Ahora realiza la misma
reflexión pensando que compites con un grupo de amigos o compañeros. La maceta
tiene la semilla sin germinar. Durante los seis meses has regado la tierra y
has procurado que le diera el sol. No has declinado en estos cuidados y la
tierra ha permanecido yerma. Ahora debes defender el resultado ante tu rey.
¿Qué pensarías de ti mismo? ¿Cómo te sentirías?
Ponte también en la
situación de haber plantado otra semilla en mejor estado tras comprobar que la
que te habían dado no brotaba. La semilla impostora ha crecido y tiene una flor
inmensa. Si te preguntan, estás dispuesto a guardar tu secreto. Lo importante
es ganar el premio.
Quizá has agotado tu
paciencia al cabo de unos días, y has tirado la maceta y la semilla, creyendo
que no merecía la pena tanto esfuerzo.
Ser sincero, realista y
valiente son las características para ser un buen príncipe consorte. También
para ser un buen profesional, excelente persona y muchas cosas más.
Posiblemente, para ser
exitosos sólo precisemos de la sencillez suficiente para ser sin pretender
parecer. En esta semana disfrutemos del rol que tenemos en nuestro trabajo.
Seamos auténticos con nuestras potencialidades, y aprendamos para incluir
aquellas que más admiramos y aún no tenemos.
Joaquina Fernández
CUENTO SOBRE LA IMPORTANCIA
DEL TRABAJO EN EQUIPO
Este el cuento que encontré
en la red
En una pequeña ciudad hubo
una vez un cuento vacío. Tenía un aspecto excelente, y una decoración
impresionante, pero todas sus hojas estaban en blanco. Niños y mayores lo
miraban con ilusión, pero al descubrir que no guardaba historia alguna, lo
abandonaban en cualquier lugar.
No muy lejos de allí, un
precioso tintero seguía lleno de tinta desde que hacía ya años su dueño lo
dejara olvidado en una esquina. Tintero y cuento lamentaban su mala suerte, y
en eso gastaban sus días.
Quiso el azar que una de las
veces que el cuento fue abandonado, acabara junto al tintero. Ambos
compartieron sus desgracias durante días y días, y así hubieran seguido años,
de no haber caído a su lado una elegante pluma de cisne, que en un descuido se
había soltado en pleno vuelo. Aquella era la primera vez que la pluma se sentía
sola y abandonada, y lloró profundamente, acompañada por el cuento y el
tintero, que se sumaron a sus quejas con la facilidad de quien llevaba años
lamentándose día tras día.
Pero al contrario que sus
compañeros, la pluma se cansó enseguida de llorar, y quiso cambiar la
situación. Al dejar sus quejas y secarse las lágrimas, vio claramente cómo los
tres podían hacer juntos mucho más que sufrir juntos, y convenció a sus amigos
para escribir una historia. El cuento puso sus mejores hojas, la tinta no se
derramó ni un poco, y la pluma puso montones de ingenio y caligrafía para
conseguir una preciosa historia de tres amigos que se ayudaban para mejorar sus
vidas.
Un joven maestro que pasaba
por allí triste y cabizbajo, pensando cómo conseguir la atención de sus
alumnos, descubrió el cuento y sus amigos. Al leerlo, quedó encantado con
aquella historia, y recogiendo a los tres artistas, siguió su camino a la
escuela. Allí contó la historia a sus alumnos, y todos se mostraron atentos y
encantados.
Desde entonces, cada noche,
pluma, tintero y cuento se unían para escribir una nueva historia para el joven
profesor, y se sentían orgullosos y alegres de haber sabido cambiar su suerte
gracias a su esfuerzo y colaboración.
Aula de desarrollo del CEIP
Eugenio López y López.
LAS ESTRELLAS DE MAR
Como
cada mañana, el hombre se despertó y bajó a pasear por la playa. A diferencia
de otros días la orilla estaba repleta de miles de estrellas de mar que se
extendían a lo largo de toda la costa. Pensó que ese curioso fenómeno sería
consecuencia del mal tiempo y el viento de los últimos días. Se sintió triste
por todas aquellas pequeñas criaturas. Sabía que las estrellas de mar tan sólo
viven 5 minutos fuera del agua.
El
hombre continuó caminando absorto en sus pensamientos. De repente se encontró
con un niño pequeño que corría de un lado a otro de la arena. Tenía la cara
sudorosa y los pantalones remangados. ¿Qué estás haciendo? – Le preguntó el
hombre
Estoy
devolviendo las estrellas al mar, – contestó el niño – Junto todas las que
puedo y las lanzo más allá del rompiente para que no vuelvan de nuevo a la
arena.
Ya
veo – contestó el hombre – pero tu
esfuerzo no tiene sentido. Vengo caminando desde muy lejos y hay miles de
estrellas ancladas en la arena. Quizá millones. Podrás salvar a unas pocas pero
la inmensa mayoría morirá y todo tu esfuerzo no habrá servido para nada. No
tiene sentido lo que haces.
El
niño sorprendido le mostró una pequeña estrella que escondía en la palma de su
mano y antes de lanzarla al océano le dijo al hombre: “Para ésta sí que tiene
sentido”
¿Qué podemos aprender de
esta historia?
– Debes continuar haciendo
aquello en lo crees, independientemente de la opinión de los demás.
– Cualquier pequeño acto
supone una diferencia en sí mismo.
– Divide tus grandes
proyectos en pequeños objetivos para ir cumpliendo poco a poco. No dejes que la
magnitud de tu proyecto te quite la motivación para ir dando estos pequeños
pasos.
“EL ELEFANTE QUE DE UNA
MARIPOSA SE ENAMORÓ”.
Os lo traigo, porque me
pareció interesante la idea del amor entre seres tan diferentes, porque entre
otras cosas justifica que el amor no tiene fronteras y que los parecidos y los
lugares de encuentro están en todas partes: oreas de elefante y alas de
mariposa !!!
Además, yo amo la diversidad
en general y me gusta muy poco la globalidad.
VIVA LAS DIFERENCIAS, de
todo tipo: carácter, color, religión, pensamiento, opinión,....
El Elefante que de una
Mariposa se enamoró
“Érase que se era porque fue
una vez que un Señor Elefante de las estepas africanas conoció a una Señora
Mariposa de Madagascar que estaba por casualidad de viaje de turismo por el
África Central.
La Señora Mariposa que era
revoltosa porque su vuelo es así saludó de forma efusiva al tranquilo Señor
Elefante que caminaba pisando con mucha seriedad pero sin mirar lo que pisaba
porque siempre pisa fuerte porque así lo hace y así es desde que África es.
El Señor Elefante devolvió
el saludo sin mucha efusividad porque lo suyo es la lentitud y el control de
los modales y a una desconocida tampoco hay por qué hacerle muchas sonrisas no se vaya a pensar
cosas que no hay que pensar pero el Señor Elefante se conmovió cuando la bella
Señora Mariposa sobre su cabezota se posó y débilmente aleteó sobre pequeñas
heriditas de ramas espinas de cuando el Señor Elefante de las altas copas busca
frutos para su alimentación y así lo alivió.
La Señora Mariposa que es
dichararera se decidió a intercambiar comentarios con el Señor Elefante y esas
cosas comentaron:
Somos bastante iguales,
porque si tú tienes orejas grandes como de mariposa yo tengo alas tan grandes
como orejas de elefante y más grandes que todo mi pequeño cuerpo.
Tú tienes una gran trompa
prensil y yo también tengo trompas que me sirven igual que a ti para recoger
los alimentos y tú entras en un establecimiento y con toda tu fortaleza lo
dejas como una cacharrería y yo aleteo con toda mi debilidad y provoco un
tsunami en el otro extremo del mundo.
Y fíjate que por otro lado
Señor Elefante también tenemos cosas muy dispares pero que es fácil concluir
que nos complementan:
Tú pesas un montón y yo no
peso casi nada y tú vives un montón de años porque te caracteriza la longevidad
y mi vida es efímera y tu memoria es enorme o así he oído que lo dicen y yo no
tengo memoria y tú eres sólo de color gris y yo disfruto de mucho colorido y tú
caminas pesadamente porque pesado lo eres y a veces trotas un poquito y yo ni
camino ni troto sino que revoloteo y tú te comes 500 kg. de vegetales cada día
y yo pellizco pequeñas cantidades de néctar en las flores y por eso despido
olores y tus crías ya pesan al nacer 100 kg. y mis capullos son livianos y casi
sin peso y la gestación de tus hembras es larga y la de las mías breve.
¿Y qué ocurrió?
Pues ocurrió que el Señor
Elefante se enamoró.
Y ocurrió también que la
Señora Mariposa se enamoró.
Y se paseaban por la estepa
africana del África Central él al trote alegre y ella con revoloteo de jolgorio
de jilguero y no de mariposeo porque a veces queda como un poco de tonto de
pueblo hasta que a ella se le antojó que
podía provocar cosquillas en la enorme nariz de su amado con su enorme amor
minúsculo y volátil.
Y entonces se introducía un
poquito en la trompa del Señor Elefante y jugueteaba con sus linditas alitas de
colorines hasta que el Señor Elefante se moría de la risa y tanto se reía que
para serenarse se revolcaba patas arriba en las ciénagas africanas y después se
introducía en el agua de los ríos para recuperar la tranquilidad y serenidad
que la Señora Mariposa le hacía perder con su cosquilleo en su larga y potente
trompa que de la risa se le partía.
Pero en uno de esos juegos
de amistad y amor qué sucedió: que el Señor Elefante demasiado aspiró y a la
Señora Mariposa se la tragó.
Y el Señor Elefante
estornudó y estornudó y así volvió a estornudar para recuperar a la Señora
Mariposa pero la Señora Mariposa no apareció.
Y entonces el Señor Elefante
entristeció.
Decidió iniciar un paseo
cansino y pesado y sin mirar que era lo pisado por todo el África Central
compungido y casi empequeñecido por lo entristecido porque la Señora de la que se
enamoró desapareció porque se la comió.
Pero sucedió que a los pocos
días estornudó y de su estornudo surgieron cientos de bellísimas mariposas de
alas de colores y revoloteo frágil y hábil y luminoso y revoltoso y entonces
comprendió.
La Señora Mariposa de la que
se enamoró le regalaba hijas y más hijas y más hijas que de su felicidad y de
las de otros muchos se ocuparían porque sus genes ya sabían del romance del
Señor Elefante con la Señora Mariposa y eso quiere decir que todo amor es
posible incluso a veces inevitable auque nos parezca que no.
Y entonces el Señor Elefante
enloqueció de alegría y corrió y trotó y corrió y saltitos dio por todo el
África Central y el resto de África que no sé ni cómo se llama y contagió y
contagió y contagió su felicidad a todos los animales con los que amistó y
decidió dedicar el resto de su vida a enseñar a estornudar a todos los animales
porque un estornudo fue la causa de su enorme y longeva felicidad.
¿Y alguna cosa ocurrió?
Sí que ocurrió, y ocurrió
que cada animal que aprendía su estornudo de Elefante enamorado de una Señora
Mariposa de Madagascar despedía cientos de bellas y frágiles y livianas y
enamoradizas mariposas que son las que cada primavera revolotean por toda la
tierra y con su alegría hacen la risa de toda la selva y son la alegría de la
campiña y de la montaña y del agua y de los guijarros de los ríos y de las
praderas de toda la Tierra y nos inundan de color y también de ganas de bailar
porque vuelan como bailan los tontos amorosos de los pueblos que es el baile de
verdad porque es el del amor y yo descubrí que el ruidito diminuto de las
mariposas es el ruido de la naturaleza que nadie entendía y es el de la Señora
Mariposa que del Señor Elefante se enamoró.
Parece que al final de su
vida el Señor Elefante hasta voló y sus orejas ya no eran grises sino de vivos
colores y despedían lindos olores, pero ya no sé si así es o simplemente yo
quisiera que así fuese y por eso me lo invento porque me gusta aunque es bien
verdad que el resto de la historia es real como la vida misma y por eso hace un
rato una Señora Mariposa revoloteó mi cabeza para que yo escribiera con toda su
belleza la historia de amor entre el Señor Elefante del África Central y la
Señora Mariposa de Madagascar.”
Y a mi amiga tan querida que
es a quien dedico este cuento y como que yo decía que a veces es mariposa y a
veces es elefante este pequeño poema también se lo recito :
“Cuando aparece la mariposa,
aleteo de amor.”
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