Un maestro envió a dos
jóvenes monjes a una aldea cercana para realizar unas compras.
Como estos nunca habían
salido al mundo exterior les avisó de que se encontrarían con peligros y
tentaciones que debían saber acometer correctamente, sobre todo las relacionadas
con los temas carnales.
Ambos jóvenes se pusieron en
marcha desconociendo lo que se podían encontrar por el camino. Durante las
primeras dos horas se cruzaron con comerciantes, peregrinos... hasta que, al
llegar a un río, escucharon a una chica joven con un vestido medio roto
llorando en la orilla. Ambos monjes se acercaron para ver qué ocurría.
-Acabo de caerme por esa
ladera y me he torcido el tobillo. No tengo fuerzas para cruzar el río y llegar
a mi casa que está ahí enfrente, ¿podéis ayudarme a pasar al otro lado?
Uno de los monjes, sin
pensarlo, la cogió en brazos y, ante el asombro de su compañero, comenzó a
cruzar el río con ella encima.
Tras unos minutos la dejó en
la otra orilla y la acompañó hasta su casa que estaba a unos metros. La joven le
dio un beso en la mejilla en señal de agradecimiento.
El monje cruzó de nuevo para
reunirse con su compañero, pero este, en cuando lo tuvo al lado, comenzó a
recriminarle su comportamiento.
-Has llevado a una chica
joven medio desnuda en tus brazos, vas a cargar con un gran pecado, nos lo
habían advertido.
Pasaban las horas y durante
todo el camino de regreso su compañero no paraba de recriminarle lo que había
hecho.
En cuanto llegaron al
monasterio fue a contarle al maestro lo ocurrido.
-¡Sí, sí, la ha cogido en
brazos y la ha llevado hasta el otro lado! -insistía.
-Bueno, al menos él soltó a
la mujer al cruzar el río, en cambio tú todavía la llevas encima -le contestó
el maestro.
Cuentos para entender el
mundo
Eloy Moreno
.
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